Lo mejor de Las muñecas rusas, son los paisajes de la vieja y querida Europa. La película de Cédric Klapisch, que intenta una continuación de Piso compartido, pasea de Londrés a París para terminar en San Petersburgo.
Los días de juventud, Barcelona y la música de Radiohead quedaron atrás, para introducir al personaje en una búsqueda más profunda sobre sus deseos adultos, proyectos, torpezas y frustraciones. El film es entretenido y la narración no decae, pero para mí tiene algo especial por volver a ver esos lugares en los que estuve hace menos de tres meses.
Paris y Londres continúan ahí sin mí, aunque algo de mí haya quedado allá para siempre.
6.1.06
Europa en la pantalla
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