27.5.06

El reflejo de la mezquindad

No hay un lugar mejor que la Universidad para empezar a hacer política. Es el espacio indicado para militar desde una base con pensamiento crítico y un fundamento teórico, con el apasionamiento propio de la juventud, la unión entre pares y una estructura que necesita dirigentes comprometidos con el funcionamiento de la institución. El problema es que nada de eso sucede en la Universidad de Buenos Aires (UBA) donde la actitud de los dirigentes estudiantiles, los funcionarios y los propios estudiantes no puede más que copiar la mezquindad de lo que sucede a nivel nacional en la Argentina. La universidad es el mejor lugar para buscar ideas para un proyecto de país, pero la UBA ni siquiera parece tener un proyecto propio. Los funcionarios y los dirigentes se pelean por el presupuesto, por los cargos, por el poder, pero nadie se preocupa en pensar cómo mejorar la universidad, cómo implementar la posibilidad de acercar la facultad a las clases sociales más marginadas, cómo bajar los niveles de deserción, cómo luchar contra la burocracia para materializar la igualdad. Y como pasa fuera de la universidad, la actitud pasiva del resto de los estudiantes que no se compromete ni se involucra atenta contra el control de quienes quieren hacer de la universidad su fuente de ingresos y de creación de poder. Están los independientes, voces silenciosas, que debaten y sueñan con una Universidad mejor, pero no son escuchados y no tienen voto en las mesas donde se toman las decisiones. La UBA está a la deriva, sufre una crisis de representatividad alarmante, la estructura interna lejos de mejorar se desmorona un poco más cada día, con profesores ad honorem que se multiplican, y estudiantes que no tienen casi injerencia para decidir quienes son los que manejan su destino. El problema de la UBA parece ser una copia en miniatura de lo que sucede en el país, pero la Universidad tiene la obligación de poder cambiar, de debatir para lograr consenso y seguir siendo un orgullo y un semillero de talentos. La Universidad de Buenos Aires tiene que ser democrática y plural, tiene que olvidar la fragmentación y unirse para representar a la mayoría de los habitantes y garantizar la enseñanza pública con igualdad de oportunidades. La solución no es cerrar las puertas, sino abrirlas, la solución no está en imponer un cupo de ingreso, sino en tomar las medidas necesarias para que todos puedan estudiar, ampliando el presupuesto con responsabilidad y defendiendo la autonomía; la solución está en establecer políticas educativas que den respuestas reales, porque sin una Universidad que funcione con plenitud es imposible construir un país con futuro.

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