De todo lo que leí estos días tras la aprobación en Diputados de la ley que permite el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, esta columna, relato autobiográfico de Marta Dillon en Página del domingo es los más emotivo y lo más sólido. No hay forma de refutarlo, todo lo que se diga en contra es pura palabrería ridícula. Espero que el Senado esté a la altura y otorgue los derechos que hoy mucha gente todavía no tiene. Es el momento.
“Nuestra familia es pública como cualquier familia. Y es política, porque la formamos a contramano de lo que se esperaba de nosotras; porque esta utopía cumplida, además, tiene la potencia de abrir los imaginarios posibles, de convertir el mundo en un lugar más ancho. Esto no es futuro, esto es ahora. A esta constelación de amores y dolores compartidos es a la que la ley, el Estado, tiene el deber de amparar. Ignorarnos no sólo es discriminación. Es una negación de nuestros derechos más básicos: a la identidad, a formar familias, a protegernos mutuamente. Es una negación a nuestros derechos humanos”.
La columna completa: Álbum de familia
9.5.10
Por los mismos derechos
Etiquetas:
Sociedad
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