30.11.05

Desarraigo

La gente que se va a vivir afuera siente desarraigo, es inevitable. No tiene que ver con nacionalidades, ni con un exagerado amor a la patria, sólo con el hecho real de que es casi imposible no extrañar el lugar donde vivimos, crecimos, quisimos y nos desesperamos. Cuando uno está afuera de su espacio cotidiano lo que más se extraña, creo, es el lenguaje, la idiosincrasia, las personas queridas y las costumbres. Se extraña un poco menos la comida, las calles, la cultura. Cuando uno vive mucho tiempo en otro lugar la personalidad se desdobla para siempre, porque ya hay dos lugares para extrañar y para sentir propios, y como no se puede estar en dos lugares a la vez uno vive con una nostalgia permanente del lugar en el que no está. Como le pasa al personaje de Daniel en El Común Olvido, la novela de Sylvia Molloy que toca este tema de una forma tan precisa e inquietante.
¿Se puede sentir desarraigo de un lugar donde sólo se estuvo cinco días? Quizás sea porque no siempre el lugar de pertenencia coincide con el lugar donde nos tocó nacer. Paris me produce una enorme nostalgia, mezcla de emoción amarga y recuerdo placentero.

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