Arrojan libros en un volquete frente al edificio Kavanagh, dice un titular de La Nación.
No entiendo a la gente que se desprende de sus libros, es como desprenderse de partes de uno mismo y dejarlas tiradas por el camino. Prestar un libro es un acto de amor, y si por alguna razón ese libro nunca vuelve, hay un lugar que va a quedar vacío para siempre. Pero abandonar libros, sin saber a quién ni por qué, es un acto de inhumanidad.
Uno puede comprar muchos libros y donarlos, pero no desprenderse de los propios libros, de los que fueron leídos y subrayados y se volvieron parte de lo que somos. Como dijo Beatriz Sarlo en alguna clase de literatura argentina II, un libro subrayado por el lector es como un diario íntimo. Aunque las marcas no estén hechas con lápiz, igual quedaron. Uno es los libros que leyó, y no sé puede andar abandonando lo que uno es en un volquete.
26.3.10
La literatura y la vida
Etiquetas:
literatura
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