25.12.08

Otro aburrido cuento de Navidad

Prender estrellitas y comer mantecol, eso era lo único que me gustaba de la navidad. Papa Noel entraba por la chimenea, dejaba una bolsa del Mundo del Juguete sobre la cama y un horrible bolso marrón con una foto de Michael Jackson en el arbolito. Al principio me ilusionaba, pero con los años me di cuenta que nunca iba a traerme lo que esperaba, así que dejé de esperarlo, y la navidad se volvió un ritual de lucecitas apagadas. No creíamos en Dios, ni en Jesús, ni en el amor. A veces el tío se disfrazaba y armaba una ronda en una calle de Mar del Plata donde vivían, todos los vecinos se sumaban a la ronda y bailaban. Yo tenía puesto mi ridículo vestido blanco de marinerita, entre tanto baile, los vecinos me pasaban por encima y así perdí un zapato. Aquella navidad Papa Noel no me trajo el micrófono eléctrico que había pedido y nunca más encontré el zapato. Los perros ladraban, mi primo Juan metía cañitas en una botella que explotaba en mil pedazos de colores. Todos estaban en la calle mirando el cielo, olvidándose de lo que había alrededor. Yo seguía comiendo mantecol, pero ya no quedaban estrellitas.

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