Cuando uno viaja hay algo interno que se modifica para siempre. No es pasar unos días en un lugar, volver y seguir con la vida. Los viajes duran para siempre. Como decía Hemingway en ese libo eterno que es Paris era una fiesta: “Te perseguirá vayas donde vayas”. Los sitios en los que estuvimos nos siguen, reaparecen, vuelven, están ahí para reacomodar el mundo con una nueva perspectiva. Europa sigue ahí: Madrid, Barcelona, Roma, Paris, Londres, Cuba sigue ahí, cada minuto, no puedo hacer que se vayan, no quiero hacer que se vayan. Sus gentes, sus aromas, sus calles, su lenguaje, sus negocios, el aire que se respira, la comida, la forma de ser y de estar, permanecen inalterables.
“El sentimiento fatal del paso monótono de los días es imposible”, dijo Kafka sobre los viajes en sus diarios. Jack Kerouac escribió en el que tal vez sea el texto de viajes fundamental del siglo XX: “La carretera es la vida, tenemos que ponernos en movimiento”.
La inmensidad de El Malecón en La Habana.
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