Nunca milité en un partido concreto, pero siempre fui a las marchas y siempre estuve donde creía que había que estar. Estuve el 19 de diciembre de 2001 en la Plaza de Mayo, tosiendo por los gases lacrimógenos y corriendo con la masa de gente que se había cansado de que le hubieran vuelto a robar sus ilusiones de un país más justo. No voté a Kirchner en 2003, ni siquiera voté a Cristina en 2007. Soy de la generación que viene de la izquierda socialista, y que a pesar de apoyar muchas de las medidas del kirchnerismo y de emocionarse hasta las lágrimas aquel 24 de marzo de 2004 cuando el Presidente pidió perdón en nombre del Estado por los crímenes de la dictadura, se resistía a creerle. Había llegado de la mano del tipo que mandó a matar a dos luchadores en el Puente Pueyrredón, que se abrazaba con los gerentes de las empresas que nunca cumplieron con los derechos de los trabajadores, no podía creerle. Hasta que pasó lo que pasó hace dos años en la pelea mediática, atroz y esclarecedora por la 125. Era todo tan extremo y daba tanto asco escuchar a los que defendían sus privilegios que fue inevitable tomar postura y empezar a apoyar. Después vinieron la asignación universal por hijo y la estatización de las AFJP, ya no había vuelta atrás. Era escucharla firme diciendo las cosas que una siempre soñó que un presidente diga y era mujer, y es mujer. Y a pesar del dolor, sé que ella va a poder seguir construyendo un país que dejó de ser para pocos y que va a ser para todos.
*La foto es de mi amiga y gran fotógrafa Silvina von Lapcevic